Los personajes salen a la novela como se sale a la cancha, con un pasado que los trae hasta los ojos de quienes leen voraces.
Salen a jugar un partido ya escrito y sin escape ni alternativa se atienen a las consecuencias de sus actos, que son solo palabras.
El peso específico de lo dicho y lo no dicho sobre el mundial, sobre la victoria y sobre la muerte enrarece el aire.
«Si gana Argentina, me como un chancho podrido».